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Tras terminar sus estudios universitarios en Florida, Estados Unidos, Constantino Urzaiz estaba buscando conseguir trabajo para poder quedarse en aquel país. Una mañana despertó en su hamaca, que su madre le había mandado desde Mérida, Yucatán, y tuvo una epifanía que relata así: “Estaba en esa búsqueda pensando: –¿Qué haré? ¿Qué haré?–. Yo toda mi vida he dormido en una hamaca. Para mí es muy incómodo dormir en cama, siempre me ha dolido la espalda. En la cama tienes puntos de presión que en la hamaca desaparecen. Estaba muy cómodo ahí durmiendo, me levanté una mañana y dije: –lo que voy a hacer es vender hamacas–. En ese momento supe que eso iba a hacer el resto de mi vida”.

 

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Esta idea súbita fue el origen de Cielo Hamacas, un negocio que hoy es líder en la venta de esta artesanía mexicana y que cuenta con dos sucursales en Mérida, una en el centro y otra en el Paseo de Montejo, y exporta a casi todo el mundo, desde Norteamérica hasta Oceanía.  

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“Mi abuelo era comerciante y, entre otras cosas, vendía hamacas”, cuenta Constantino. Una vez que decidió a qué iba a dedicarse, regresó a Mérida, consiguió el contacto de la persona que urdía las hamacas para su abuelo y se llevó 10 o 15 a Estados Unidos.  “Llegué a Pensacola y las vendí en una hora”, recuerda.  Entonces, se dio cuenta de que no era práctico ir y volver entre Mérida y Florida, así que su siguiente paso fue armar un camino de logística. Su primera ayuda fue su madre, quien le hacía envíos de 20 hamacas para que él vendiera los fines de semana en un flea market en Navarre, Florida: “Me acuerdo de que las llevé y las puse en una mesa. Tenía dos postes donde entraba perfectamente una hamaca y colgué dos. Desde ahí descubrí que cuando la persona prueba la hamaca, en ese momento se para y la compra por la comodidad que tiene. Esto hasta la fecha lo hacemos en nuestras tiendas”.


Para seguir vendiendo el resto de la semana, Constantino lanzó uno de los primeros sitios webs dedicados a la venta de hamacas, alrededor del año 2002. A la par, comenzó a buscar distribuidores de hamacas en el mundo y a ponerse en contacto con ellos a través de correos electrónicos. Esta perseverancia rindió frutos cuando recibió, primero, un pedido de 200 hamacas desde San Diego; después, una respuesta desde Dinamarca y otra desde Japón. Ambas eran de personas interesadas en su producto y le decían que visitarían Mérida para conocerlo.

 

“Cuando la empresa de San Diego nos pidió 200 hamacas, nos enfrentamos al primer gran reto logístico –recuerda Constantino–. Hasta entonces, mi mamá me mandaba las hamacas, yo las recibía en Pensacola y hacía la distribución en mi coche, pero con este pedido, hacía más sentido mandar las hamacas directo desde Mérida a San Diego. Después me contestaron el danés y el japonés. Entonces empecé a pensar las cosas de otra manera. A finales de 2003 regresé a Mérida y conseguí un localito en el centro, que es donde estamos hasta la fecha. Ahí estaba yo solo al principio, ahí tenía mi oficina y ahí mismo colgué mis primeras hamacas como lo había hecho en el flea market”.

 

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“Las urdidoras son la columna vertebral de Cielo Hamacas; sin ellas, yo no estaría acá parado”, afirma Constantino. El epicentro de la hamaca yucateca son los pueblos de Chumayel, Teabo, Guayapam y las comunidades que hay alrededor. Cuando Constantino volvió a Mérida, empezó a involucrarse en el proceso de elaboración de las hamacas: “Entonces empezó una empatía muy importante con la gente que hace hamacas. Me di cuenta de que mi trabajo no era solo una cosa de compra-venta, hice conciencia del impacto que tenía lo que estábamos haciendo. No era nada más que yo estuviera vendiendo algo sin importar quién lo hizo. Ahí empezó una historia totalmente nueva”.

 

En un inicio, personal de Cielo iba a los pueblos con los hilos y se los dejaban a las personas, en su mayoría mujeres, en sus casas. Regresaban 15 días después, que es el tiempo promedio que tarda una hamaca artesanal en ser urdida, y recogían las hamacas para llevarlas a Mérida. “Muchas veces se trata de gente que no tiene otra fuente de ingresos, pero posee la habilidad única de hacer hamacas con las manos –dice Constantino–. Entonces, mientras el marido se va, por ejemplo, a trabajar a Mérida, la señora tiene una manera de ayudar a la economía familiar haciendo hamacas desde su casa, sin tener que ir a ninguna fábrica. Al conocer estas historias, al conocer a casi todas las mujeres que trabajan con nosotros, empecé a preguntarme cómo podíamos hacer más, algo extra”.

 

 

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Quien se dio a la tarea de organizar ese extra fue Josefina, hermana de Constantino, quien echó a andar una serie de acciones de responsabilidad social gracias a las cuales Cielo Hamacas fue una de las primeras empresas en México en conseguir la certificación B Corp y es la única marca de hamacas en el mundo que cuenta con la certificación Fair Trade. Además de pagar montos justos y dar un trato digno a las personas que colaboran con ellos, Cielo Hamacas mantiene un programa de becas de estudios para mujeres de la comunidad y organiza jornadas educativas para las niñas y niños del pueblo, todo a través de la Fundación Cielo.

 

El siguiente paso en la construcción de una relación más directa y un trato más justo hacia las urdidoras fue la apertura de la fábrica de Cielo en Teabo. Además de que el local del centro de Mérida estaba rebasado en cuanto a almacenamiento de inventario y eficiencia de operación, acercarse al lugar donde las hamacas son hechas permitía eliminar intermediarios y hacía posible que las mismas urdidoras se acercaran caminando a recoger los hilos y entregar las hamacas terminadas en el momento que les conviniera. “Eso nos abrió un mundo totalmente nuevo –dice Constantino–. Ya teníamos un gran arraigo en la comunidad, pero estar ahí, vivir ahí, que la gente pueda entrar y salir, pues nos llevó a otro nivel hablando de la hamaca maya”.

 

 

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Una vez que las urdidoras entregan la hamaca, la colocación de los brazos para colgarla, el control de calidad y el empaquetado se llevan a cabo en la planta de Teabo. Es justamente la maestría que poseen las urdidoras en el arte de hacer hamacas, transmitido de generación en generación, lo que distingue a Cielo en el mundo. “Una hamaca de tela se puede producir por miles muy rápido. Así lo hacen en la India y China, pero con la hamaca maya no hay manera. Se trata de un proceso tradicional que lleva dos semanas para hacerla totalmente a mano –explica Constantino­–. Se trata de un mismo hilo que va y viene, y que da como resultado la hamaca más cómoda del mundo. No hay comparación entre acostarte en un lienzo de tela y hacerlo en una hamaca de puros hilos que se acomodan exactamente a tu cuerpo”.

 

 

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Con base en la enorme capacidad de las urdidoras yucatecas, Cielo ha seguido innovando. Desarrollaron y patentaron, por ejemplo, un hilo resistente al sol que permite hacer hamacas para exterior, uno de sus productos más vendidos. En 2020, se presentó la oportunidad de ocupar un local en el Paseo de Montejo que hoy es la tienda insignia de Cielo Hamacas. Por supuesto, en ella puedes probar las hamacas para enamorarte de su comodidad y llevarte una a casa #ConAmex. “Eso hacía yo en Pensacola, en el flea market, y se sigue haciendo en la tienda del Paseo Montejo. Es el origen de todo”, concluye Constantino.

 

 

 

Cielo Hamacas

 

Calle 56-A #486 x 41 y 43, Paseo de Montejo, C.P. 97000, Mérida, Yucatán.

Calle 65 #510 Local 2 x 62 y 64, Centro, C.P. 97000, Mérida, Yucatán.


Conócelas:

https://cielohamacas.com.mx/

https://www.instagram.com/cielohamacas/

 

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