.

Historia

 

Hace 12 años, Manuel de la Torre Sainz, Manu, decidió dejar el despacho de arquitectos en el que trabajaba para independizarse y empezar a hacer obra. Un sábado cualquiera, platicó con un albañil que estaba trabajando con él y le contó una inquietud que tenía: “Encontré que la producción de los mosaicos se me hacía muy fregona, muy detallada, muy manual. Eso es lo que me gusta: usar las manos, meter las manos en las cosas. De ahí me empezó a nacer la cosquillita”. Además, Manu había notado que venía en ascenso la moda de volver a utilizar mosaico. Su inquietud no cayó en oídos sordos: “Él me dijo que sabía fabricar mosaicos y me dijo que sabía quién vendía una máquina”. Cuando Manu fue a buscar a la persona que vendía esa máquina, no pudo comprarla, pero el primer paso estaba dado. Él siguió buscando hasta encontrar y comprar su primera máquina por internet. “Después, me puse a hacer mis pruebas –recuerda Manu–. Me tardaba cinco horas en tres piezas. Pensé que no iba a funcionar hasta que encontré una persona que me ayudó, Aurelio, quien todavía trabaja conmigo. Aunque él hiciera las muestras en 10 minutos, yo le pagaba todo el día para que se quedara aquí y poder aprender el expertise de cómo hacer este tipo de mosaicos”.

.

Así nació Mooma Mosaicos en Guadalajara, Jalisco. Manu, su fundador, recuerda así el inicio: “Tuvimos nuestro primer pedido, muy chiquito, y yo tenía mucho miedo de no poder cumplir con los tiempos. Yo daba más de un mes para entregar y lo sacamos en una semana. De ahí, empezamos a crecer de a poco, sobre todo de boca en boca entre personas conocidas. Llevamos ya diez años con la marca consolidada: hoy somos de las tres o cuatro primeras mosaiqueras de México”. El trabajo de las manos artesanas que hacen los mosaicos de Mooma es parte de la identidad tanto de lugares icónicos de la ciudad de Guadalajara, como el café PalReal, como de grandes proyectos turísticos como los hoteles del Grupo Xcaret.

 

Manufactura

 

Manu nos abrió las puertas de la fábrica de Mooma para asomarnos a la elaboración de sus mosaicos. Se trata de un proceso artesanal en el que no hay una línea de producción en masa. Los artesanos mosaiqueros hacen todo pieza por pieza y le imprimen su propio sello al producto.

 

Una vez que se recibe el diseño, que puede venir del catálogo o ser una propuesta del cliente o de algún artista, diseñador o arquitecto, se busca generar el color. “Nosotros tenemos una paleta básica –explica Manu–, pero si tú nos traes el color en físico, tratamos de igualarlo de un 85 a un 95 por ciento. Tomamos nuestros pigmentos básicos (amarillo, rojo, azul, verde, negro, café) y los combinamos para darle al tono que tú quieres. Una vez que lo tenemos, hacemos una muestra física para ver cómo queda y que se pueda autorizar”. Para hacer la pasta de color, se utiliza cemento blanco, marmolina y colorantes minerales. “Podemos hacer cualquier color que nos pidan –continúa Manu– aunque es difícil que sean colores brillantes porque usamos base cemento, lo cual opaca el tono”. Una vez que se encuentra la tonalidad, la fórmula del color se hace a base de un kilo. Con esa fórmula, se puede arrancar con la producción del pedido.

.

Para hacer el mosaico, se utiliza un juego compuesto por plato, caja y tapón. El plato es donde se formará la cara del mosaico, la caja le da la forma al mosaico (cuadrada, por ejemplo) y el tapón es el molde con el diseño. Lo primero que se hace es aplicarle desmoldante al plato. Después, se coloca la caja y, dentro de ella, el tapón, que es donde se van vertiendo los colores según el diseño.

 

Una vez que está todo el color vertido, se quita el molde y se empieza a poner el secante, que es un polvo. Luego del secante, viene la mezcla de arena con cemento, que es el cuerpo. El siguiente paso es prensar el mosaico. Después, se desmolda y se coloca en una fila llamada trincha, donde se deja reposando toda la noche.

.

 

Al día siguiente, los mosaicos se meten a fraguar en pilas con agua para que el cemento trabaje y se endurezcan las piezas. Luego se estila, es decir, se desagua la pila. Ahora, los mosaicos están listos para llevarse a la bodega y entregarse.

 

Sin embargo, el mosaico no está terminado, por decirlo de alguna manera: “La limpieza diaria es lo que te va a dar el acabado final del material. Podrías pulirlo para acelerar el proceso, pero en la vida normal del mosaico, en un año de uso ya va a estar más brilloso. Es un material que dura, mínimo, 50 años, y que se va puliendo con el uso”, comenta Manu.

 

.

Manos

 

Una de las características principales y más hermosas de este material es su imperfección: “Como se hace pieza por pieza, siempre es un mosaico exactamente diferente al otro, ninguno es igual. Además, los mosaiqueros, como todas las personas, también son distintos unos de otros, y eso lo imprimen en el mosaico. Dependiendo del estado de ánimo en que lleguen, es como les va saliendo el mosaico y qué tanto pueden avanzar en una producción. Al ver un mosaico –cuenta Manu–, te puedo decir que lo hizo tal persona".

Para Manu, el amor que le meten los mosaiqueros y lo que ellos representan en cada mosaico es el sello característico de Mooma: “Ahí está todo su tiempo de sabiduría haciendo mosaico”. Efectivamente, en Mooma se conjuga el trabajo de jóvenes artesanos con la larga experiencia de maestros mosaiqueros con décadas en el oficio: los hermanos David y Felipe González Casillas, con 50 años de experiencia; Aurelio Cocolán, con 45 años haciendo mosaicos; Carlos Partida López y Juan José Saldaña, con 60 años de hacer mosaicos; Clemente Flores Aceves, con 67 años de edad y trabajando mosaicos desde los 13, entre otros maestros.

 

.

 

Showroom

 

Hace 6 años, en el número 322 de la calle Simón Bolívar, Colonia Lafayette, Guadalajara, Mooma abrió su showroom. En palabras de Manu, “no es en sí una tienda de pisos o cerámicas. Es un tipo estudio de diseño que está muy chingón. No está pensado para que pase la gente y escoja. Está pensado para que hagan su cita o entren y se enamoren del entorno, del lugar, del material, y entonces necesiten buscar un espacio dónde ponerlo”. Estamos de acuerdo con él. Después de ver al equipo de Mooma con las manos en la masa y apreciar sus creaciones, dan ganas de vestir espacios con sus mosaicos. Manu concluye diciéndonos que “el mosaico no es nomás un simple material, una loseta. Te emociona cuando vas a algún restaurante, a alguna casa, y sabes que es tu mosaico. Lo reconoces, te da orgullo verlo, te da orgullo saber de qué manos vino”.


.

 

 

Los Establecimientos son responsables frente a los Tarjetahabientes de los bienes y/o servicios que proporcionen, American Express solamente ofrece la opción de pago por dichos bienes y/o servicios, por lo que no asume ninguna responsabilidad respecto a los mismos. Cualquier reclamación derivada de los bienes y/o servicios ofrecidos por los Establecimientos deberá realizarse directamente ante estos.

 

Consulta requisitos de contratación, comisiones, Términos y Condiciones de Las Tarjetas American Express en www.americanexpress.com/mx/